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Eva María

Cuando aún no nos habíamos repuesto del empacho de cabalgatas, fiestas, comidas de empresa y demás postureo navideño, un nuevo caso de asesinato machista ha sido la peor noticia para empezar el año en El Puerto de Santa María. Y es que se vuelve a la actualidad en las televisiones pero en esta ocasión por una lacra que no cesa. Así es, El Puerto sólo sale en los noticieros nacionales por motivos dramáticos o por el atraso en el que se encuentra. Todo comenzó con aquella imagen de Hernán espachurrando una rosa en uno de sus mítines, ¿recuerdan?… Eso tuvo que hacer pupita a muchos… Escozor.

Trágico inicio de enero: cuatro muertes de mujeres en apenas 24 horas. Ha comenzado un nuevo año, pero el adjetivo feliz es una utopía si hablamos de violencia machista. El mes de diciembre del pasado año fue el peor de la historia con 11 casos confirmados y se cerró con la friolera de 49 víctimas por violencia de genero. Tremendo. Espantoso.

¿Hasta cuándo va a durar esto? Indudablemente, este gravísimo asunto social ya ha hecho correr muchos ríos de tinta y parece que nadie tiene una varita mágica para atajarlo porque la condición humana es impredecible, por tanto pónganse desde ahora mismo manos a la obra quienes les competa arreglar esta sutura que ya alcanza proporciones dramáticas en muchas familias. Stop. Ya basta.

A todo esto, se aproximan unas elecciones municipales donde hay que elegir quienes regirán los destinos de esta ciudad durante los próximos cuatro años. En manos de todos está confiar en aquellos que se involucren y miren por los derechos de la mujer como corresponde y se lo tomen en serio. Usted mismo.

A Eva María no la mataron en Valdelagrana. Eva María fue a la playa convocada por la llamada sobre los valles de infinitos mares.

«Ponte la máscara, tu máscara»

En este verano 2020 de mascarillas, norias, raves en la ribera del río, «afotos» y otros sainetes porteños/portuenses, podemos decir que la artista Marisol fue una adelantada a su tiempo. Y es que mucho antes ya lo cantaba la impar Pepa Flores en el tema «La máscara», perteneciente a la comedia musical «La nueva Cenicienta», cuando nos decía a todos y a todas que nos pusiéramos la máscara aunque ya haya quienes la lleven puesta de toda la vida, pero no la quirúrgica sino de otro estilo: la careta con la que se disimula la realidad de cada persona en la vida. El falserío, vamos. La letra no tiene desperdicio, y hasta en la escena en que la canta saca una cacerola… Qué clarividencia!

Este fin de semana, y tras varios viernes y sábados de desparrame durante las noches en bares y locales de ocio, por fin alguien (…) ha mandado a la poli local a ‘apatrullar’ las calles de El Puerto de Santa María para impedir aglomeraciones y para que se respete la distancia social haciendo uso también de la tan denostada pero imprescindible mascarilla de 0,96 € P.V.P. La pregunta es: ¿por qué ahora y no antes? ¿es suficiente con una pareja de agentes y un garbeo? Tampoco parece que esté el servicio para demasiadas florituras con un Jefe malhablado amigo de los «tuits» de baja y numerosos problemas internos. Si en Cataluña Torra ha impuesto su uso en espacios públicos, en Andalucía Juanma Moreno, un presidente que no me cae mal aunque pueda disentir con él en otros aspectos, resulta que va a tomar las mismas medidas que el «indepe» rebelde con aspecto de abad a partir de mañana lunes. Ajo y agua, oiga.

“En algunos municipios andaluces se está produciendo una turismofobia, ya que llegan turistas, necesarios, que no utilizan las mascarillas y esto causa cierto temor entre sus habitantes, lo cual no es bueno”, ha señalado Moreno. Andalucía es una de las comunidades donde menos incidencia ha tenido el coronavirus. Aunque en la actualidad hay 17 brotes activos, después de que la Junta diera por superados otros dos, lo que la convierte en el territorio con mayor número de nuevos focos de Covid-19 tras el confinamiento. En nuestra ciudad, debemos estar ojo avizor porque el verano ha empezado calentito y a tope de espectáculos… y los que quedan por venir.

Lo que sí se palpa con claridad es que el pueblo empieza a estar enojado con algunas actitudes frívolas de quienes nos gobiernan durante y después del tiempo que hemos estado encerrados y ante la nueva estación del año de la pandemia mundial. «Un poco de seriedad señores y menos postureo», se le oye mucho decir a la gente en la calle y en las redes malévolas. Yo te pido que me quieras, que me digas solamente la verdad, pero luego, por la vida, ni ver, ni oír, ni hablar.

Ponte bien la máscara, tu máscara, y podrás tener felicidad, porque todos llevan su disfraz, porque todo el año es Carnaval.

 

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«Insomnes, sofistas, y otras historias»

1ª parte: El Insomne

Hizo mucho calor, ese calor húmedo que en esta tierra hacen más insoportables aun las altas temperaturas del estío. El primer fin de semana del verano I después del Covid-19 transcurrió para algunos de ensueño, para otros una pesadilla… Son muchas las maravillas que llegan con la canícula las que nos hacen ser abiertamente más felices menos una: irnos a la cama y no poder pegar ojo. Horas que se alargan, calor incesante y la obligación de tener que madrugar son malos aliados de nuestro descanso, sobre todo cuando el clima no nos da un respiro y nos sobra cualquier prenda en la cama, y si a esto se le une un exceso de decibelios que se te mete por la ventana pues adiós descanso. No obstante semejante despropósito  tiene solución: ponerse tapones.

2ª parte: El Sofista

Los sofistas fueron pensadores de la antigua Grecia. Transmitían su sabiduría al pueblo y viajaban por todo el mundo adquiriendo muchos conocimientos. Al volver a su tierra, presentaban lo aprendido en el exterior y generaban nuevos dilemas y debates en la sociedad a causa de las novedades del exterior hasta entonces desconocidas. El término evolucionó / degeneró en ese sentido y se llegó a identificar a los sofistas con charlatanes o embaucadores.  Es conocido que en la ciudad abundan los aficionados a la poesía, sobran quizás, y en política ocurre lo mismo, pero en este caso se trata del político sofista, es decir, el que te la mete ‘doblá’ con su pico de oro acerca de sus grandes «logros» en pro del beneficio y desarrollo de la ciudad. Los sofismas son razonamientos o afirmaciones que parecen ciertos, parecen verdad, pero no lo son. Un sofisma es una mentira disfrazada de verdad, un engaño razonado que nos intenta convencer de algo que es falso. Ejemplos de sofismas hay muchos: “Los elefantes tienen trompa. Los elefantes son animales. Por lo tanto, los animales tienen trompa”. «Los franceses son europeos. Los italianos no son franceses. Por lo tanto, los italianos no son europeos”. Y el caso es que hay gente que se lo cree todo…

A diferencia de las falacias, que pueden ser voluntarias o no, los sofismas se utilizan de forma voluntaria con el objetivo de confundir, manipular o tergiversar. ¿Quién no conoce a alguien que se pone las medallas del trabajo de otros o que fardan de algo que no lo merece? Y el ciudadano que proteste luego, el que exprese algún razonamiento en contra, ése es un derrotista y no quiere a su ciudad, oiga. Pasa a convertirse automáticamente en un desecho humano, en el escarnio para las hordas salvajes del Facebook y todas esas redes que maneja el diablo.

Epílogo

Siendo cerca de las 6:00 a.m., y tras una dura noche,  alguien en la ciudad se pone en pie  para ir a trabajar, todavía con el martilleo en los oídos de la voz grabada del speaker que anunciaba una atracción denominada «Norias Sánchez» y los ecos de algo parecido a una ‘rave’ o concentración festiva de aficionados a la música house o techno, que generalmente se celebra en un edificio abandonado o al aire libre. El sueño de una noche de verano. De este verano 2020.

 

Verano porteño I (d.C.)

Y de repente, la canícula tras estar encerrados durante casi toda la primavera, la estación favorita en la que se nos fueron tantas cosas sin darnos cuenta por culpa de ese maldito microorganismo… El verano, «un tiempo para cosechar, un tiempo para la siembra. Las hojas verdes del verano están llamando a casa», que cantaban The Brothers Four en la maravillosa composición del maestro Dimitri Tiomkin para la pelicula «El Álamo». Y es que recién inaugurado el primer verano en El Puerto de Santa María después del Covid-19, es momento para admirar el paisaje marino, ponerse moreno y estar prevenido para el desparrame que se avecina pues ya se sabe que llegadas estas fechas nuestra ciudad sufre el desbordamiento  al ser un destino vacacional costero.

Decía el insigne Antonio Muñoz Cuenca en una de sus instructivas columnas que solía escribir hace años en un periódico local (cuanto se echa de menos políticos íntegros como el viejo profesor «muñoli» por estos lares), que no le gustaba el actual verano tal y como está concebido: el estío portuense ha perdido identidad provocándonos sentirnos foráneos en nuestra propia tierra. Pero hete aquí que tras una sequía de diversión que ha durado años, es ahora, precisamente en plena pandemia, cuando quienes gobiernan pretenden que volvamos a ser el centro neurálgico de la Bahía como una vez fuímos. El mundo al revés.

Parece ser que la focalización de la diversión porteña para estos próximos meses va a estar situada en la margen izquierda del Guadalete. Se prevé «jaleo» en la otra banda del río del olvido, tan desatendida durante años pero en menos de una semana, oh la lá, desbrozada y saneada. Gracias Teo. Y todo ello, para espectáculos musicales, autocines, norias y sesiones dominicales de afamados dj´s (…) . Artistas de la tierra como que no. Vamos por partes porque el cachondeo está asegurado. Enhorabuena a los premiados.

Lo más inminente anunciado será lo del autocine, una iniciativa plausible de la Concejalía de Juventud que no es más que un calco de algo ya realizado en localidades cercanas como Conil que ya lo tuvo durante el mes de mayo y tambíen próximamente en otras poblaciones vecinas. Nada que objetar, todos ‘metíos’ en los coches como en los 50 viendo al Travolta y sintonizando sus inolvidables canciones por la frecuencia modulada. Desde este espacio llamado «Desde La Pasarela» disfrutaremos con ello y desalojaremos por unos días el parking y nuestro singular mirador desde el cual nos inspiramos para opinar sobre la actualidad de la ciudad. A pocos metros de aquí, una noria que nos dicen viene de París como los niños, y el gran reclamo para los más jóvenes al que han denominado SOKO: el espacio de ocio seguro más grande de Andalucía, en sintonía con la nueva normalidad (sic). Uno prefería lo del mono ‘indie’ pero bueno… Lo de la noria, para quienes suframos de vértigo va a resultar complicado,  para otros atrevidos no cabe duda que resultará una experiencia imborrable contemplar las colindantes e interminables obras de Pozos Dulces a vista de pájaro. El sarao del escenario para promocionarnos como destino turístico y de ocio puede resultar interesante cuando por ahí se han pospuesto o cancelado actos de este tipo. A ver cómo se  organiza la cosa, pero, ojo, con mascarilla y guardando siempre las distancia pues no queremos tener que  volver a los balcones a aplaudir. Plas, plas.

No, no estamos en contra de nada de esto, es verano y hay que divertirse, aunque hayan fallecidos miles y miles de personas. Hay que reactivar la economía porque si no esto se hunde pero antes de que las hordas acusen de intentar descalificar cualquier intento de impulsar celebraciones del tipo que sea solo recordar algo: se está confundiendo el fin del estado de alarma con el fin de la pandemia. Falta pedagogía sobre todo con la juventud.

Ojalá les salga bien el experimento veraniego de este año de alerta sanitaria a nuestras autoridades,  y ojalá también que en un futuro no tengan que venir los mismos rapsodas de siempre que tanto increparon al Gobierno durante el confinamiento para volver a hacerlo por un más que posible rebrotamiento.

«Lo normal»

Ha sido volver a la «normalidad», esto es, a las calles, pinares, playas y hemos tardado apenas un par de días para llenarlo todo de mascarillas, guantes, bolsas de plástico, botellas…Más de lo mismo pero ahora con el daño colateral producido por la Covid-19 y el añadido de los epis desechables. No es que haya llegado la primavera a El Puerto y crezcan como brotes de flores en el campo, es que han vueltos los cerdos de siempre pero  esta vez  a la enésima potencia. Y es que el deplorable episodio contemplado en las dunas de San Antón, con gran derroche de incivismo y de material de protección arrojado, ha causado profunda pena entre la ciudadanía. De nuevo, tras el confinamiento, volvemos al grave problema que padece la ciudad.

Si el El Ayuntamiento de Roma ha aprobado una ordenanza que establece multas de entre 25 y 500 euros a quienes arrojen en la vía pública las mascarillas o los guantes usados para evitar el contagio del coronavirus, es urgente que aquí se copie tal medida. «En estos meses de emergencia sanitaria del coronavirus nuestros operadores ecologistas han denunciado en numerosas ocasiones la recogida de guantes y mascarillas usadas, arrojadas al suelo por personas maleducadas», ha lamentado la alcaldesa, Virginia Raggi. Realmente tuvo que resultar muy fuerte cuando los operarios del servicio de limpieza de playas y pinares se toparon con semejante espectáculo en un espacio protegido…Aquí toca hacer lo mismo porque si salta el levante lo que levantará no son precisamente hojas de árboles sino los desechos de los irresponsables que constituyen un potencial riesgo sanitario y daño al medio ambiente. No se quiere pensar que ocurrirá ahora que se ha abierto la veda del baño en las playas del litoral portuense…

La gente habla mucho de que todo sea como antes, de la naturalidad, del apaciguamiento y de cómo se deben tomar medidas para ello. No. Volver a la normalidad no es la opción correcta para el futuro. Tenemos que volver a algo que sea mejor que antes de la aparición de ese microorganismo que nos ha mostrado en toda la cara lo inmunda que es la normalidad.

«En retirada»

Sin cantar victoria aún, sería una imprudencia absoluta, parece ser que el bicho está en ‘retirada’. Estando a las puertas de la segunda fase en la que la ciudad recuperará algo de ‘normalidad’, es pronto todavía para hacer un balance definitivo. La batalla contra el Covid-19 se está ganando con el alto coste de casi treinta mil fallecidos y se desea como agua de mayo una vacuna que logre frenar la enfermedad de cara al otoño. En El Puerto de Santa María, podemos decir que ya no tenemos pacientes ingresados, estamos libres de coronavirus porque se han hecho las cosas bien entre todos. Y es que si se ha llegado a este punto ha sido porque se han tomado las precauciones que nos han indicado las autoridades sanitarias, es decir, hemos dejado de abrazarnos, besarnos, manosearlo todo sin protección y, lo más importante, muchos/as han empezado a lavarse a menudo las manos porque, mascarillas aparte, la higiene es la base fundamental para la no transmisión de unos a otros.

Todavía hay y habrá quienes quiten hierro a todo, les cuesta asimilar la tragedia, otros a golpe de tecla pregonan su talibanismo contra el Gobierno al que acusan de «criminales» (sic); de ser los culpables de las defunciones en geriátricos, asesinos como lo son entonces también los presidentes de, por ejemplo, Francia, Reino Unido y otros países europeos. Esos calificativos no se han oído en los parlamentos de estas naciones citadas, eso dice mucho de la oposición política que tenemos y que no merecemos. Así mismo, por esa regla de tres utilizada por la susodicha, otro culpable es el máximo gobernante del país más poderoso del mundo, es decir, los Estados Unidos donde también han tenido que doblegarse ante lo desconocido y para lo que no se estaba  preparado en el momento de dar soluciones para combatirlo con los medios disponibles. Aunque la tensión social se va suavizando, era más mediática y en redes sociales que real, el espectáculo que nos han dado políticos, medios y opinadores ha sido verdaderamente lamentable. Algunos han visto la ocasión para desgastar pero lo que han conseguido ha sido revelarse ante la ciudadanía, la que no es tonta ni se deja embromar con cacerolas, logrando con miserables maneras destapar su verdadero rostro. Gente interesada en arañar votos a costa de usar utensilios de cocina, como el triste episodio en una urbanización de «postín»  habitualmente segunda residencia de gentes de las afueras de la ciudad, donde algunos, a los cuarenta y cincuenta años, por fin han descubierto lo que es una cacerola… Éxito total proclamaban, sí, el de la estupidez humana.

Estando en el fulgor de la contienda como estamos, una lucha que gracias a los avances de la ciencia se terminará ganando como se derrotó otros males que han azotado a este mundo, se debe comprender que normalmente los malos siempre terminan por replegarse, retroceder ante el avance de quienes con tenacidad combaten para exterminar la naturaleza desconocida y aguerrida de un código genético que está presente en la Tierra mucho antes de que algo parecido a los humanos existieran.

«Lo que el virus se llevó»

Indudablemente, nos queda todavía Covid-19 para un tiempo más, nada está acabado, en esta guerra el hombre debe conocer sus limitaciones aún. Queda mucha tela por cortar todavía en esta pesadilla que empezó allá por los idus de marzo, aquellos idus de marzo que el escritor William Shakespeare hizo famosos con la frase «¡Cuídate de los idus de marzo!» (Beware of the ides of March, en su versión anglosajona original) a través de su obra Julio César en la que se recreaba la conspiración para acabar con el líder romano. Lo que es más extraordinario aún es que un vidente le había advertido del grave peligro que le amenazaba en los idus de marzo, y ese día cuando iba al Senado, Julio César encontró al vidente y riendo le dijo: «Los idus de marzo ya han llegado»; a lo que el vidente contestó compasivamente: «Sí, pero aún no han acabado». Y es que cuando estamos a punto de entrar en la segunda fase de desescalada, es momento de volver la vista atrás y observar por el espejo retrovisor de la vida aquello que parece se nos quedó por el camino para siempre.

Esta crisis nos ha traído innumerables estados de ánimos, especialmente desde que comenzó el confinamiento. Hemos visto toda clase de memes sobre el acopio de papel higiénico, la importancia de lavarse las manos correctamente y otras gracietas a veces frívolas. De ahí a la catarsis compartida a través de juegos, música y los aplausos desde los balcones. Pasamos de una emoción a otra muy rápidamente, pero siempre nos queda alguna moraleja de todo esto, de todo se aprende.

 Aparte del alto coste de vidas que nos ha costado, algunas cercanas y otras lejanas lo que ha originado que muchos se conciencien en mayor grado y otros se pasen por el forro la tragedia, es más que probable, sobre todo durante los momentos duros del mes de abril, o quizás uno o dos meses antes y por capricho de los dioses del Olimpo, cual augurio de lo que se avecinaba, que alguna persona de nuestro entorno nos pudo decepcionar para luego desaparecer de nuestras vidas dejando un mal sabor de boca por la manera de proceder, esas que te juraban que te querían pero no con amor verdadero. Ahora ya no hacen falta porque aparecen otras, se conocen nuevas gentes solidarias y auténticas que te abren las puertas de su corazón de par en par logrando que el dolor se haga más llevadero al ser compartido. Se esfumaron así mismo hábitos como los tangibles a la hora de comer y beber, ¿quien se va a atrever a meter la manaza en un plato de pimientos fritos que se pasa entre los amigotes como se hacía en una caseta de feria? Por mucho que usted jure y perjure que se lava las manos más que Pilatos, la sombra de la duda siempre quedará entre los comensales. Lo de pasarse el cubata o chupar del pitorro del don Simón, el tinto no el rubio, ya es historia. Lo de los dos besos protocolarios cuando se conoce a alguien siento decir que se va a convertir en el «codeo», o como mucho darse la manita floja como siempre se ha hecho en, por ejemplo, países como Alemania y los sajones y escandinavos. El acercamiento entre dos o varios interlocutores, tan propio del carácter de aquí, se va al garete por aquello de la distancia social. Enhorabuena a los distantes.

Todo esto, y como es normal cada vez que se presenta algo que es contra natura o antinatural, hará que surjan los más ‘valientes’ que dirán que «de eso nanai, usted es un aprensivo», yo sigo»,  como decía Joe Rigoli. Sí, ya, usted puede hacer los que le salga de las narices, como yo haré lo que a mi mejor me parezca para mí y para los mios pero no se olvide que cuando salgamos de este trauma colectivo, podremos decidir volver a la antigua trayectoria o aprender de la experiencia para tomar decisiones diferentes con vistas al futuro.

¿Volverán las oscuras golondrinas en tu balcón sus nidos a colgar, y otra vez con el ala a sus cristales jugando llamarán? «Realmente mañana será otro día» fue la frase final pronunciada por Scarlett O´Hara como un símbolo de lo que está ocurriendo estos días en este país.

 

 

» Y ahora qué»

Ahora, una vez que parece vamos a ir desescalonándonos a partir del lunes próximo, gracias a la entrada en esa Fase 1 en la cual vamos a poder ir de tapas y reunirnos con la familia y los amigos, surge un horizonte repleto de incertidumbres en El Puerto de Santa María. Es hora de pensar que sucederá por estos lares una vez pasado lo más duro del confinamiento, donde lo peor y lo mejor  del ser humano ha salido a flote a raíz del canguelo que el bicho ha originado entre la ciudadanía y  la maldad de aquellos que se escudan en el anonimato de las redes sociales  con sus famosos “fakes” intentando tomar el control del asunto, todo ello aderezado con la legión de palmeros que apuntan según desde donde sople el viento cual veleta desnortada. Mención especial para esos grandes rapsodas, poetas (hay tantos en la ciudad, demasiados ya), y opinadores de nuevo cuño que cegados por su talibanismo político y demagogia conservadora y cristiana (…) han medrado con opiniones falseadas y dañinas hacia quienes gobiernan este país. Y es que uno, que no es nuevo en estas lides de escribir y puede decir que lleva algunos años dándole a la tecla sobre la actualidad porteña/portuense, ha podido observar con cierto estupor como ha habido quienes a golpe de columna diaria han intentado llevar a muchos ciudadanos hacia el terreno de la confusión y el caos.

Vamos a lo que vamos: ¿es a partir de la semana que viene cuando se pueda volver a la normalidad de antes del día 14 de marzo cuando se decretó el estado de alarma? Va a ser que no pero sí que se van a poder recuperar ‘placeres’ cotidianos que fueron cercenados, hábitos que fueron suprimidos únicamente por el bien de la salud de todos y no por el capricho de una autoridad sanitaria que ha podido tener errores como los tendrá usted y yo en la vida. Con esto, si el motor de la economía en El Puerto son la hostelería y el turismo, el panorama  que se avecina hace que surjan cuestiones varias cómo ¿quién puede usar las terrazas y cuándo si se mantienen  las franjas horarias?, ¿van a poder sobrevivir los pequeños negocios de la hostelería al 50% de aforo y el vasito de cerveza y el plato de frutos secos?, ¿cuándo llegará la tan deseada segunda fase en la que se pueda consumir dentro del local? ¿qué turistas van a ser los que se alojen en la reapertura de los hoteles mientras no se pueda atender a clientes de otras provincias?. Interrogantes que nuestros políticos deben esclarecernos cuanto antes pues la zozobra no ha hecho más que comenzar. Otro asunto muy importante es conocer cuando se producirá la apertura de mercadillos en la vía pública, no obstante, el Gobierno, según las primeras orientaciones publicadas, lo deja en manos de los ayuntamientos pero se tiene que cumplir un distanciamiento entre puestos y control del aforo por las fuerzas de seguridad.

Sería conveniente un comunicado urgente dirigido a los muchísimos autónomos y pequeños empresarios, sociedades anónimas y limitadas que logren informar en qué condiciones se presentan durante esta primera fase de desescalada y en las futuras, pero no jugando a la improvisación con globos sonda ni notas de prensa uniformados con vistosos equipos de protección individual sino con hechos que tranquilicen a la sociedad portuense.

Aunque pueda parecer que existe mejoría en lo referente a la pandemia, no se puede bajar la guardia, sería un tremendo error. Los tiempos de histeria colectiva, las colas en los supermercados, la saturación, el colapso, el pánico, los bulos, la doble moral, el cinismo, el despilfarro, y los aplausos en las balcones continuan su curso. El sufrimiento no tiene fecha de caducidad. Así, de igual manera, avisó en “Ben-Hur” el tribuno Mesala cuando yace derrotado y moribundo tras la épica carrera de cuádrigas: “No ha terminado, Judah, no acabó todo con la carrera. Continúa. La carrera, la carrera aún no ha terminado”.

«Estampida porteña»

Nunca jamás habría sido capaz de pensar que esta situación fatal que estamos viviendo se podría dar más allá del marco argumental de una novela o película mediocre. Situaciones bizarras propias del género humano que a veces, en su incapacidad para discernir entre lo que es bueno y lo que es malo, opta por hacer las cosas de aquella manera como decía el gran Frank Sinatra. Y es que el episodio vivido ayer con motivo de la «desescalada» roza el disparate padre. De película de Berlanga, oiga. Sainetes a lo Pedro Muñoz Seca. Esos alegres y  numerosos portuenses por ahí dispersos, sobre todo en los aledaños de El Paseo de La Puntilla y otras zonas de esparcimiento de la ciudad, sin mascarillas y sin respeto a la distancia de seguridad entre unos y otros. Ni progresivo ni nada, to’s de golpe. Controlar a 90.000 habitantes para que realicen algo, sea del tipo que sea, escalonadamente y con conciencia no lo consigue aquí ni dios.
Sin entrar en detalles de la baja forma tras cincuenta días ‘encerraos’ que ha originado hasta infartados, deportistas súbitos, michelines turgentes y ese libre albedrío de «vámonos que nos vamos», parece ser que hay a quienes se les ha secado el cerebro entre los bulos del interné, confinamientos, pánicos, el ocio y lo de salir a aplaudir como focas puntualmente a las ocho de la tarde. El virus, ¿de la conciencia? Hete aquí esta humanidad del siglo XXI, que se creía capaz de superarlo todo, que estaba rendida al hedonismo, a la tecnología y a la inteligencia artificial, la misma que ahora yace escondida y asustada, alejándose hasta de los seres más amados por si son las víctimas o los verdugos. Nada nos hará cambiar. No tenemos remedio.
La pregunta es el después, y en un doble sentido: ¿aprenderemos algo? ¿será todo igual? Yo, que soy optimista, creo que no aprenderemos nada y que todo será igual; la justificación psico-sociológica es fácil: tenemos un mundo casi perfecto, y esto ha sido un accidente, algo puntual, que no tiene por qué repetirse. Y la sociedad seguirá (seguiremos) con lo nuestro, y a lo nuestro. Pasen y vean, es cuestión de esperar unas semanas. El problema es que sí que habría que aprender varias lecciones, algunas urgentes.

«Carta al bisho»

Estimado Coronavirus:

Vengo a por ti y cuando te encuentre te voy a liquidar. Me has quitado lo mejor de la humanidad y, por ende, de mi ciudad: miembros de nuestras familias, nuestros seres queridos, amigos y vecinos, nuestros ángeles y héroes, jóvenes y viejos.

Has interrumpido groseramente todas nuestras vidas y robado nuestro precioso tiempo. Estoy harta de estar continuamente obligada a escuchar tu mal nombre. Tu legado es muerte, destrucción y miseria indescriptible, pero no me vas a vencer. A cambio, desagradable, pequeño error de Covid, indefectiblemente te aplastaremos pues dispongo de ciudadanos preparados para ello. He observado que mis hijos portuenses han aprendido a conocerse mejor, pues muchas veces huimos de nosotros mismos y esta situación que me has originado les ha hecho más fuertes. El mundo y mi hogar serán un lugar muy diferente después de que te hayas ido porque lo vamos a conseguir. No te quepa duda que así será.
Tras esto, me aseguraré de que sea un sitio mejor para vivir para todos.

Sin otro particular, atentamente,

La Muy Noble, Muy Leal y Gran Ciudad de El Puerto de Santa María.